Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

lunes, 17 de febrero de 2014

Ponte de rodillas, tío

Ponte de rodillas y dime que no me has olvidado.
Ponte de rodillas, tío, y pídeme perdón.

Como cenizas como metal como ciruelas negras
me he transformado sobrellevando el paso de tu sombra.
Te he visto al alba con una cadena de palidez
en torno de tu inmovilidad
y he permanecido en una silla de leche y de madera
mientras te miraba la enfermedad del corazón
y el temblor respiratorio que tienes tío.

Violentamente  preparada y desmedida
me he levantado de mi muerte y mi deseo
para desplomarme ante tu indiferencia.

La cantidad de destrucción que me has causado, tío
es como un saco de piedras atado
a mi brazo derecho.

He acumulado venganzas y pasiones que no son de este
mundo. Solitarias y desobedecidas.

Mitigar mi dolor es tan imposible
como una conspiración en contra tuya.
Mis enemigos
son tus más patológicos amigos.
Si trabajo es por ti, tío
y tú jamás has resucitado mi trabajo.

Sin resurrección y sin aliento sigo
a pesar de la calcinación en que me has devorado
y hecho humo.

Pon distancia entre tu gris vestidura
y mi ascético espacio
y déjame respirar cruzando el mundo

definitivamente, tío, pidiéndome perdón
soltándome
como a una perra
alada.

 

Isla Correyero.



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