Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

miércoles, 26 de febrero de 2014

El fantasma


Cómeme y, con mi cuerpo en tu boca,

hazte mucho más grande

o infinitamente más pequeña.

Envuélveme en tu pecho.

Bésame.

Pero nunca me digas la verdad.

Nunca me digas: «Estoy muerta,

no abrazas más que un sueño».

 

 

Luis Alberto de Cuenca.






 

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