El riachuelo
Los besos caen por la frente,
recorren la nariz,
se precipitan gota a gota
entre los labios,
se derraman por el cuello,
se remansan un momento
en la concavidad del esternón,
y fluyen luego libres, rumorosos,
por el valle de los pechos,
serpenteando en busca del ombligo,
donde giran en hipnóticos meandros
antes de acabar desembocando
en el umbroso bosquecillo
del paraíso inguinal.
Y de ahí los recupero
a lengua llena
y me los llevo aguas arriba
para volver a empezar.
Roger Wolfe.
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