Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

viernes, 31 de octubre de 2014

Por eso te quiero

Porque cuando hace frío siempre hay un sol en tus

brazos, y cuando el verano aprieta te inventas un


suspiro de aire fresco.


Porque sabes que son tres en el café

y que detesto el agua de grifo.


Porque cuando hay guerra

siempre te pones braguitas blancas


y cuando el sexo se vuelve rutinario

colocas dos coletas en tu pelo

y exiges que te enseñe anatomía.


Porque hueles a vainilla por las mañanas

y a playa por la tarde.


Porque cuando te enfadas me apuntas con el dedo

y todos los planetas se ponen en órbita

y muere una estrella.


Porque te agarras a mi espalda cuando duermes

y me siento cualquier cosa menos hombre.


Porque hay algo de ingenuidad en tu mirada

y de precocidad en tu sonrisa.


Porque en tu piel es sábado eternamente

y tus manos tocan melodías en mis vértebras.


Porque nunca matas las hormigas

y conoces mil especies de mariposas.


Porque callas cuando escribo

y hablas siempre.


Porque el "nunca" no existe en tu vocabulario

y el "posible" siempre está a nuestro alcance


Porque creo en los milagros y tengo fe.


Porque eres, estás y quieres,

porque puedes, sabes y sientes.


Por eso amor, por eso.




Ernesto Pérez Vallejo.










martes, 28 de octubre de 2014

Soneto encontrado en la botella

A ti te quiero en esta isla desierta:
ningún libro, ningún cuadro, ni disco
(me gustan tantas cosas que me crispo, 
pues al escoger así nunca se acierta).
Quiero traerte a ti, ágil, despierta,
desaliñádamente a cada risco,
y vivir de algas, peces y marisco
sin volver a hacer señales de alerta.
A los navíos de lejos ver pasar
mientras la ropa seca en la palmera
(esta isla tiene una, de manera que no
sólo rocas y agitado mar).
Y tú entre corales, náufraga desnuda,
flotando en mi pecho al claro de luna.

 

 Vasco Graça Moura.





 

sábado, 25 de octubre de 2014

Este puto milagro divino

Yo
que siempre pestañeo
cuando pasan estrellas fugaces,
que lloro viendo anochecer en el mar
o escuchando a Ludovico Einaudi
porque me siento incapaz
de abarcar tanta belleza
y eso me llena de tristeza,
que tengo un corazón en dos por cuatro
y un silencio entre los labios,
que temo más a la oscuridad
que a los monstruos,
que no pertenezco a ningún lugar
porque abandoné mi casa
para cohabitar con mi existencia
y debo mil facturas,
que no confío en quien me quiere
por no salir de mi rutina,
que escribo
porque no soporto mi ruido
y todo lo demás es adorno.
Yo
que curo al alcohol
con mis heridas,
que nunca aprendí a ser feliz
más allá de mí misma,
que me resulta imposible
mirar a otros ojos más de tres segundos
porque me aterra ser descubierta,
que no sé mentir
pero desconozco cuándo digo la verdad,
que echo de menos mi futuro
y así con todo,
que soy tan minúscula como el punto de una i
y prescindible como una exclamación de apertura,
que te quiero más pero siempre después de ti.
Yo que nunca creí en el cielo
ni en la salvación
y que concibo la redención
como un fantasma o un recuerdo...
Permíteme confesarte
a ti, ángel subido a mi pecho:
que de repente vi tus brazos salados 
abriéndose como dos nubes de agua,
tu busto sinfónico inflándose 
como un huracán dentro de un volcán en erupción,
tus ojos espumosos destapándose 
como las puertas de mi fe ante las certezas,
tu boca llenándose de mandamientos 
impenetrables como rocas milenarias,
tus piernas benévolas empapando 
mi suelo de flores anacaradas,
tus dedos silentes ahogándose 
entre esdrújulas arrítimicas, marítimas y selváticas,
tu voz glorificada disparando 
amor a mis labios resecos y perdidos...
...y aún no me creo este puto milagro divino.


Elvira Sastre.







miércoles, 22 de octubre de 2014

La venda


Cada vez veo más gente
con una venda
puesta en los ojos.
Incluso he visto gente que,
habiéndosele movido un poco,
se la vuelve a colocar correctamente



Antonio Orihuela.






lunes, 20 de octubre de 2014

Ajeno


Largo se le hace el día a quien no ama
y él lo sabe.
Y él oye ese tañido
corto y duro del cuerpo, su cascada
canción, siempre sonando a lejanía.
Cierra su puerta y queda bien cerrada;
sale y, por un momento, sus rodillas
se le van hacia el suelo.
Pero el alba,con peligrosa generosidad,
le refresca y le yergue.
Está muy clara
su calle, y la pasea con pie oscuro,
y cojea en seguida porque anda
sólo con su fatiga.
Y dice aire:
palabras muertas con su boca viva.
Prisionero por no querer, abraza
su propia soledad. Y está seguro,
más seguro que nadie porque nada
poseerá; y él bien sabe que nunca
vivirá aquí, en la tierra.
A quien no ama,
¿cómo podemos conocer o cómo perdonar?
Día largo y aún más larga la noche.
Mentirá al sacar la llave.
Entrará. Y nunca habitará su casa.


Claudio Rodriguez.

 

 









viernes, 17 de octubre de 2014

Verdades matemáticas

Tú y yo, está visto,
somos líneas paralelas.

A mí de pequeño  me dijeron
que dos líneas paralelas
Se hacen secantes
-es decir: se cruzan-
en el infinito

Vamos a tener
que armarnos de paciencia.


Roger Wolfe.





jueves, 16 de octubre de 2014

Visión optimista de lo imposible


Es tan bonita,
que no le silban por la calle,
la tararean.

Deberías verla,
la poesía no alcanza su belleza.
Da igual lo que escriba, no la abarca,
no rozo ni siquiera su silueta.

Es como pretender hablar del sol,
poniendo como ejemplo una bombilla.
Como en un triste charco de domingo,
querer reproducir toda la lluvia.

Deberías verla,
caminar como si en su reloj
siempre fueran menos cinco
y cada paso adelante conllevara un atajo.
Como si el equilibrio estuviera enamorado
de la suela de sus zapatos
y dejara a los bordillos tras su ausencia
borrachos de nostalgia y abandono.

(He sido su bordillo muchas veces
por eso se muy bien de lo que hablo)

Sus manos son pequeñas sin embargo,
le cabe en una palma mi existencia,
sus dedos son diez naúfragos heridos,
la isla es una curva de mi espalda.

Su pelo es casi negro
(y digo casi)
nunca una oscuridad ha brillado tanto,
su boca es casi dulce
(y digo casi)
nunca un adiós me supo tan amargo.

Deberías verla,
sonreír como quien deja de propina un billete grande,
conseguir con la amplitud de su presencia
que también la próxima estrella que muera
lleve su nombre,
sonrojar con tres palabras de ternura
al macarra que me habita aquí en el pecho.

Verla,
floreciendo como una rosa en la terraza,
bailando casi desnuda canciones de la radio,
buscando enfadada las llaves en el bolso,
mi vida en su bolsillo,
la luna en los tacones.
Quejándose frente al espejo de la mentira de los kilos,
lamiendo la cuchara del helado
hasta pervertir su reflejo y mi memoria.
Reírse,
volver a reírse,
equivocarse de día,
de mes,
de año.
De vida.
Llegar tarde,
que perdón y orgasmo sean sinónimos
y mi nombre un adjetivo.

Deberías verla, en serio,
llorar por la muerte de un oso en el ártico,
salvar a una araña del peso de mi pie,
robarme la almohada cuando ya me he dormido,
volver a la infancia en un solo relámpago
y que un abrazo le baste
para espantar a los monstruos.

Deberías verla,
aunque eso conlleve que después
ya no puedas olvidarla.

Ernesto Perez Vallejo.














lunes, 13 de octubre de 2014

XIII (Ganas)

Ganas
de tomarte de la mano y sentarte a mi lado
sentarte sobre mis piernas, de ser necesario
y pasar tus dedos por sobre mis escritos,
por sobre las pecas de mi piel,
por sobre mis párpados,
levantarnos y hacerte un recorrido brillante por mi casa brillante,
donde brillantes son los objetos que he comprado pensándote.
Una casa llena de vacíos
brillantes
que he pensado rellenar cuando tú vinieras.
Espacios que te esperaban con una paciencia que yo no tengo
libros
álbumes
fotos que he premeditado para ti
si es que te dignabas a cumplir tu promesa.
Tomarte de la mano
cubriéndote los nudillos con mi palma
y hacerte acariciar este universo pequeñito
que he dibujado albergando la idea de que te agrade,
de que realmente no quieras irte una vez que lo conozcas,
que no sea necesario atarte a la cama con candados de llaves perdidas,
con mordazas,
con vendas.
Tomarte de la mano,
sentarte a mi lado
o sobre mi falda,
tenderme yo sobre tus rodillas
y no decir nada
finalmente
jamás anunciarte siquiera
cuánto te he extrañado,
cuánto te he pensado,
cuánto te he escrito.
Seguir con mi discurso de incredulidad
y decirte que no entiendo
cómo
una persona
puede
amar a otra.



Ashle Ozuljevic Subaique.









jueves, 9 de octubre de 2014

Petite morte

Se fue sin prescindir de las bóvedas; 

se las llevó todas puestas. 


Sacó del extremo convulso una apetencia imposible. 

Luego, llegó al presente: 


Te asomo a mi boca, 

te obligo y me obligas a reconocer lo inexacto. 

Me bebo tus ángeles y sediento pido tu celo más abrupto. 


Te tumbas sin sueños, 

te agitas y brindas tu último gramo a mi tempestad. 

Me vuelves aliento de ficus y baño de inusitada fe. 


Te inclinas... me inclino... 

lloramos lo alegre en nuestra piel.





Rafael Saravia.








martes, 7 de octubre de 2014

Parte médico

Dice el doctor
Que podría quedar ciego
Que hay un monstruo
Que podría instalarse en mi cerebro
Y tendríamos que sacarlo de allí
A punta de patadas.
Yo pienso en cosas vanas
A saber
Quien vendrá a leerme
Versos tristes.
Quien va arrullar al
Monstruo
Con canciones
Antiguas
Cantadas al borde
De mi cama.




Felipe Granados









jueves, 2 de octubre de 2014

Visi no cuenta

Le gustaba cantar, pero ya no se sentía capaz de arrancarse ni por ni con alegrías.
Ahora tomaba pastillas para soportar los días
y los ojos se le habían quedado diminutos y tristes de tanto intentar mirar bien para encontrar alicientes y para no pisar hormigas, pacientes y trabajadoras como ella.
No soñaba otra vida porque aquella era la suya
y eso de lo que pudo ser y no fue es de gente de ciudad, poco prácticos, o que no llegan lo bastante cansados a la cama.
No se queja nunca, aunque se canse de atender las necesidades de todos antes que las suyas.
Ella siempre se contaba la última.
Ella no contaba.
Vida sólo hay una y hace bien en sospechar que la suya no es mucho peor que la de casi todos.



El Lu.