Mujeres
No
las ves que están agotadas, que no se tienen en pie, que son ellas las
que sostienen cualquier ciudad, todas las ciudades. Con el matrimonio,
con la maternidad, con la viudedad, con los golpes, ellas cargan con
este mundo, con este sábado por la noche donde ríen un poco frente a un
vaso de vino blanco y unas olivas. Cargan con maridos infumables, con
novios intratables, con padres en coma, con hijos
suspendidos. Fuman más que los hombres. Tienen cánceres de pulmón,
enferman, y tienen que estar guapas. Se ponen cremas, son una tiranía
las cremas. Perfumes y medias y bragas finas y peinados y maquillajes y
zapatos que torturan. Pero envejecen. No dejan las mujeres tras de sí
nada, hijos, como mucho, hijos que no se acuerdan de sus madres. Nadie
se acuerda de las mujeres. La verdad es que no sabemos nada de ellas.
Las veo a veces en las calles, en las tiendas, sonriendo. Esperan a sus
hijos a la salida del colegio. Trabajan en todas partes. Amas de casa
encerradas en cocinas que dan a patios de luces. Sonríen las mujeres,
como si la vida fuese buena. En muchos países las lapidan. En otros las
violan. En el nuestro las maltratan hasta morir. Trabajan fuera de casa,
y trabajan en casa, y trabajan en las pescaderías o en las fábricas o
en las panaderías o en los bares o en los bingos. No sabemos en qué
piensan cuando mueren a manos de los hombres.
Manuel Vilas.
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