Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

martes, 29 de julio de 2014

Apátrida



Se me llenaba la boca. No decía, sentenciaba:
yo no soy de ninguna parte .
A cielo abierto, sin código postal.
Pero todo eso antes de saber que, en realidad,
mi hogar es cualquier sitio en el que tú abras la puerta
y me invites a pasar.



El Lu.










lunes, 28 de julio de 2014

Encuentro




Que se fundían, te lo digo yo,
las luces a su paso, te lo juro
como si fuera el Sol.

Que te quedabas patidifuso cuando aparecía,
sin pronunciar palabra, boquiabierto,
y luego ella venía, con su porte
de diosa antigua, y te decía: "¡Hola!",
y el mundo se encendía de repente,
y se encendían todos tus sentidos,
y le decías:"¡Hola!", y tu saludo
te quemaba los labios, y os mirabais
como si Dios (que entonces existía)
os hubiese encargado a ti y a ella
cortar la cinta de inauguración
del planeta. Que aquello fue increíble,
pero fue todavía más tremendo
cuando dijiste: "Amor, ¿qué te apetece?",
y ella dijo: "Pues eso: amor; sin hielo",
y te quedaste mudo por un rato,
mirándola a los ojos, degustando
el panorama de lo que tenías
enfrente, de aquel cuerpo hecho de nube
y de carne a la vez, mezcla de hada
y de golden retriever, de aquel cuerpo
donde latía el corazón más puro
y aleteaba el alma más hermosa
que hubieras conocido nunca.




Luis Alberto de Cuenca.












sábado, 26 de julio de 2014

Somos

Somos los hijos malditos de la historia,
desarraigados y sin objetivos.
Nuestra guerra es la guerra espiritual,
nuestra gran depresión es nuestra vida.
Crecimos con la televisión que nos hizo creer
que algún día seríamos millonarios.
dioses del cine o estrellas de rock,
pero no lo seremos y poco a poco
nos hemos dado cuenta
y estamos MUY, MUY CABREADOS.



Chuck Palahniuk.




 

lunes, 21 de julio de 2014

My Way

Yo moriré gritando, a buen seguro.

No del dolor orgánico -confío-,
que habría de saber paliar químicamente
un par de amigos míos secuaces de Galeno.
No por miedo al rigor de una sentencia
pronunciada en castigo de presuntos pecados,
-que ese juicio es invento pueril del pueril hombre-.
Ni tampoco en virtud del narcisismo romo
que a otros aferra al clavo de cualquier trascendencia.

No tal. Mucho peor la razón de mi aullido,
y más inconsolable y más abrumadora.

Yo moriré gritando la rabia de perderte,
el dolor medular de saber que me aguarda
una infinita nada por un tiempo infinito
no viviendo un no tú para nunca jamás.

No hay nada peor que eso. Turbaré de alaridos
la gravedad ridícula de todos los estoicos,
la pacata sonrisa de los reconfortados,
la dignidad estéril de los que nada esperan.

No será edificante, lo sé. Tendrán que atarme,
ponerme una mordaza para que no se asusten
los niños y que puedan los vecinos dormir,
y desearán que deje de gritar, que me muera
de una maldita vez. No será un buen ejemplo,
ciertamente.
Pero ellos no te aman como yo,
ni sabrán que en mis gritos yo te estaré entregando
a golpes de laringe el amor que aún me quede,
por no llevarme nada a donde tú no estés.


Javier Velaza.



jueves, 17 de julio de 2014

Escrito en el tronco de un olivo

Porque yo no hilo lana
porque yo estoy expuesto cada día
a órdenes de arresto
y mi casa está expuesta a las visitas policíacas
a las pesquisas, a las “operaciones de limpieza"
porque me encuentro en la imposibilidad
de comprar papel
grabaré todo lo que me sucede, grabaré todos mis secretos
en un olivo del patio de mi casa
yo grabaré mi historia y el retablo de mi drama
y mis suspiros en mi jardín
y las tumbas de mis muertos
y grabaré
todas las amarguras que borrará un décimo de las dulzuras por venir
grabaré el número
de cada caballería despojada
de nuestra tierra
el emplazamiento de mi aldea, sus límites
las casas dinamitadas, mis árboles arrancados
cada florecita aplastada, los hombres de los que se han regodeado
en descomponer mis nervios y mi hálito
los hombres de las prisiones, las marcas de todas las esposas
cerrada en mis puños
las botas de mis carceleros
cada juramento arrojado a mi cabeza
y grabaré Kafr Kassem*
yo no lo olvidaré
y grabaré
Deir Yassin*
tu recuerdo me devora
y grabaré
hemos alcanzado la cima de la tragedia
la hemos alcanzado
grabaré todo lo que me descubre el sol
me murmura la luna
lo que me narra la tórtola
en los pozos cuyos enamorados se han exiliado
para que lo recuerde
me quedaré de pie para grabar
todo el retablo de mi drama
y todas las etapas de la derrota
de lo infinitamente pequeño
a lo infinitamente grande
en un tronco de olivo
en el patio de mi casa.




 Tawfiq Ziyad.







domingo, 13 de julio de 2014

Tuyocardio

Dicen que hay que conocer el interior de las personas,
que ahí reside lo único importante.
Y es curioso que para llegar a conocer a alguien así,
en profundidad, íntimamente, en su esencia,
antes tenga que morirse.
Pues bien, ahora ya sé que tu corazón
pesaba exactamente 245 gramos, 
ni uno menos, ni uno más.


El Lu.





miércoles, 9 de julio de 2014

A la pregunta de por qué te quiero

Porque la tesis va después del casus ,
porque la lluvia llega del oeste,
el sol del este y éste del ocaso.
Te quiero porque baja la marea
y sube porque el cielo no es azul.
Te quiero porque el mar rompe en la costa,
porque el amor, la gravedad, la muerte
hacen caer los cuerpos a la tierra.
Porque las nubes son en movimiento
y mueren como peces si se paran.
Porque la niebla es agua en suspensión,
porque las cosas pasan y el reloj
no acierta nunca con la hora exacta.
Porque la rosa ya cortada muere.
Te quiero porque el átomo de cesio
es firme y el genoma variable.
Te quiero porque el sol calienta el aire,
te quiero porque el cero es absoluto,
porque mañana volarán las aves
porque hoy se acaba y esta noche es triste,

casas vacías, camas anchas, frío,

preguntas insensatas por teléfono.



Vicente Luis Mora.






 

lunes, 7 de julio de 2014

Las puertas no chirrían, es su forma de llorar



A las tres de la madrugada siempre se cierra una puerta.
Los siguientes cincuenta segundos tan sólo
escucho silencio,
después de eso una voz pregunta, incesante,
si la puerta se volverá a abrir mañana.
Entonces caigo en la cuenta de que las casas
también tienen su orgullo,
y las puertas se cansan por no tener la certeza
de si tu mano buscará mañana
la llave en el bolsillo con la impaciencia de las primeras veces, o si tus dedos desganados
alargarán el instante de introducir y girar la llave.


El Lu.





domingo, 6 de julio de 2014

Quiéreme

Manifiéstate de súbito.
Choquémonos, como por arte mágico
en el Bukowski,
un Miércoles.
Pidámonos disculpas. Sonriámonos.
Intentemos tirar el muro gélido
diciéndonos las cuatro cosas típicas.
Caigámonos simpáticos.
Preguntémonos cosas.
Invitémonos
a bebidas alcohólicas.
Dejémonos llevar más lejos. Déjame
que despliegue mi táctica.
Escúchame decir cosa estúpidas
y ríete. Sonríeme. Sorpréndete
valorándome como oferta sólida.
Y a partir de ahí

quiéreme.

Sin rúbrica, pero por pacto tácito
acepta ser mi víctima.
Déjame que te lleve hacia la atmósfera,
acompáñame a mi triste habitáculo.
Sentémonos, mirémonos,
relajémonos y pongamos música.
De pronto, abalancémonos
besémonos con hambre, acariciémonos,
Desnudémonos rápido
y volvámonos locos. Devorémonos
como bestias indómitas. Mostrémonos
solícitos en cada prolegómeno.
Derritámonos en abrazos cálidos
Virtámonos en húmedos océanos.
Ábrete a mí, abandónate y enséñame
el sabor de tus líquidos.
Mordámonos, toquémonos, gritémonos
permitámonos que todo sea válido
y sin parar,
follémonos.
Follémonos hasta quedar afónicos
Follémonos hasta quedar escuálidos.

Durmámonos después, así,
abrazándonos.

Y al otro día

quiéreme.

Despidámonos rígidos, y márchate
de regreso a tus límites
satisfecha del paréntesis lúbrico
pero considerándolo algo efímero
sin segundo capítulo.
Deja pasar el tiempo, mas sorpréndete
recordándome en flashes esporádicos
y sintiendo al hacerlo un sicalíptico
látigo por tus gónadas.
Descúbrete a menudo preguntándote
qué será de este crápula.
Y un día, sin siquiera proponértelo
rescata de tus dígitos mi número
llámame por teléfono
y alégrate de oírme. Retransmíteme,
ponme al día de cómo van tus crónicas
y escucha como narro mis anécdotas.
Y al final, algo tímidos, citémonos.
En cualquier cafetín de corte clásico
volvámonos a ver, sintiendo idéntico
vértigo en el estómago.

Y en ese instante

quiéreme.

Apenas pasen un par de centésimas
sintamos al unísono un relámpago
de éxtasis limpio y cándido,
y en un crescendo cinematográfico
dejémonos de artificios y máscaras.
Rindámonos a la atracción magnética
que gritan nuestros átomos
y sintámonos de placer pletóricos
por sentirla recíproca.
Unidos en un abrazo simétrico
perdámonos por esas calles lóbregas
regalándonos en cada parquímetro
con besos mayestáticos
que causen graves choques de automóviles
y estropéen los semáforos.

Y para siempre

quiéreme.

Dejemos que se haga fuerte el vínculo,
unamos nuestro caminar errático,
declarémonos cómplices,
descubramos restaurantes asiáticos,
compartamos películas,
contemplemos bucólicos crepúsculos,
charlemos de poética y política
y celebremos nuestras onomásticas
regalándonos fruslerías simbólicas
en veladas románticas.

Y entre una y otra

quiéreme

Dejemos de quedar con el grupúsculo
de amigos. Que los follen por la próstata.
Pues si ponemos el asunto en diáfano
solo eran una pandilla de imbéciles.
Cerrémonos, y en un afán orgiástico
con afición sigamos explorándonos
buscando como ávidos heroinómanos
el subidón de aquel polvo iniciático.

Y aunque no lo logremos. Da igual.

Quiéreme.

Para evitar que nuestra vida íntima
se corrompa con óxido
busquémonos alternativas lúdicas
apuntémonos a clases de kárate
o de danzas vernáculas
juntémonos en cursos gastronómicos.
Presentémonos
a nuestros mutuos próceres
anteriores del árbol genealógico
y a lo largo del cónclave,
sintámonos con ellos algo incómodos
mas felices de haber pasado el trámite.

Y quiéreme después. Sigue queriéndome,

continuando con el proceso lógico
juntemos nuestras vidas en un sólido
matrimonio eclesiástico,
casémonos a la manera clásica,
hagamos un bodorrio pantagruélico,
y cual pájaros de temporada en éxodo
vayámonos de viaje hacia los trópicos
y bailemos el sóngoro cosóngoro
mientras bebemos cócteles exóticos.
 

Y al regresar, sentemos nuestros cráneos.
Comprémonos un piso. Hipotequémonos
Llenémoslo con electrodomésticos
y aparatos eléctricos,
y paguemos en precio de las dádivas
regalándole nueve horas periódicas
a trabajos insípidos
que permitan llenar el frigorífico.

Y mientras todo ocurre, solo

quiéreme,

del fondo de tu útero
saquemos unos cuantos hijos pálidos,
bauticémoslos con nombres de apóstoles,
llenémoslos de amor y contagiémoslos
con nuestra lóbrega tristeza crónica.
Apuntémoslos a clases de música
de mímica y de álgebra,
y démosles zapatos ortopédicos,
aparatos dentales costosísimos,
fórmulas matemáticas
y complejos edípicos
que llenen el diván de los psicólogos.

Releguemos nuestro ritual erótico
a la noches del sábado
cuando ellos salgan véstidos de góticos
a ponerse pletóricos
ciegos de barbitúricos.
Paguémosles las tasas académicas
a los viajes a Ámsterdam.
Dejemos que presenten a sus cónyuges
y al final, entreguémoslos
para que los devoren las mandíbulas
de este mundo famélico.

Y ya sin ellos

quiéreme

a lo largo de apuros económicos
y de exámenes médicos,
mientras que nos volvemos antiestéticos
más cínicos, sarcásticos,
nos aplaste el sentido del ridículo
y nos comen los cánceres y úlceras.
Quiéreme aunque nos quedemos sin diálogo
y te pongan histérica mis hábitos.
Enfádate, golpéame, hasta grítame
y como única válvula catártica
desahógate en relaciones adúlteras
con amantes más jóvenes
y regresa entre lágrimas y súplicas
perjurándome que aún sigues amándome.

 Y yo contestaré tan solo

quiéreme.


Quiéreme aunque te premie salpicándote
en escándalos cíclicos
y te insulte, y te haga sentir minúscula
y me pase humillándote
y me haya vuelto un sátrapa
que roza cada día el coma etílico
y me haya vuelto politoxicómano
y me conozcan ya en cada prostíbulo.

Continúa queriéndome
mientras pasan espídicas las décadas
y nos envuelve el tiempo maquiavélico
en un líquido amniótico
que borre el odio que arde en nuestros glóbulos
y nos arroje al hospital geriátrico
a compartir habitación minúscula
inválidos, mirándonos
sin más fuerza ni diálogo
que el eco de nuestras vacías cáscaras.


 “Ojalá, ojalá como dijo aquel filósofo
el tiempo sea cíclico
y volvamos de nuevo reencarnándonos
en dos vidas idénticas,
y cuando en el umbral redescubierto
de una noche de miércoles pretérita
tras chocarme contigo
girándote, me digas: "Uy, perdóname"
le ruego que permita el dios auténtico
que recuerde en un segundo epifánico
cómo será el futuro de este cántico
cómo irán nuestras flores corrompiéndose
cómo acabaré odiándote
cómo destrozarás cuanto fue insólito
en este ser,
cómo la vida empírica
nos tornará en autómatas patéticos
hasta llevarnos a la justa antípoda
de nuestro sueño idílico."

"Y sabiendo todo esto, anticipándolo
pueda mirarte directo a los ojos
y conociéndolo muy bien. Sabiendo
el devenir de futuras esdrújulas
destrozando en un pisotón mi brújula
te diga
solo

quiéreme."





Daniel Orviz.













viernes, 4 de julio de 2014

Hay

Hay

palabras de plástico

sentimientos de plástico

y caras de plástico, te dije

el día que hablamos de Jude Law.

Y tú,

con las manos llenas de tierra,

me enseñaste que por dentro

somos sucios

y hermosos.

 

 

 Sofía Castañón.