Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

miércoles, 22 de enero de 2014

Tinta

Mi otro abuelo

estuvo preso en Oviedo.

En la cárcel provincial,

Después de la guerra.

Todas las mañanas

colgaban una lista

en la puerta de entrada de la cárcel.

En esa lista estaban escritos

los nombres y los apellidos

de todas las personas

a las que el día anterior

habían puesto contra el paredón

o dado muerte

mediante garrote vil.

Imagínate a tu abuela,

me decía mi padre.

sin saber leer ni escribir,

conmigo en brazos.

preguntando a gritos

a las otras mujeres

si tu abuelo

se había convertido

en tinta.


David González.



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