Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

jueves, 23 de enero de 2014

No molesten

No dejaré mi cuerpo tirado
en una esquina,
soy muy limpio.
No me quitaré los pies
ni los zapatos,
no me morderé las uñas
ni daré mis manos
a los pobres, aunque deba.
No me sacaré los ojos,
ya soy ciego.
No masticaré mis dientes,
son muy duros
y los necesito
para comerme la lengua
y devorarme por dentro
las entrañas, reitero,
para callarme modestamente
y en silencio.
No molesten.

 

Javier Alcibar.




1 comentario:

  1. Hola:
    Muchas gracias por poner mi poema.
    Fue el primero que publiqué en una revista y me lo publicaron con erratas que desvirtuaban el poema.
    Luego en el número siguiente subsanaron el error.
    Es un poema, por muchas razones, muy especial para mí.
    Un abrazo

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