Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

martes, 21 de enero de 2014

La bajita del rincón oscuro

Mamá quería que yo fuera mujer

y que no lloviera nueve meses al año

y que papá la sacara a bailar de vez en cuando.

Pero era más probable amanecer un día con tetas

o un cambio anómalo del clima,

antes que don Luis la convidara un bolero.

Hace varios años que mi madre dejó de soñar,

hoy aguarda la vejez como un último trámite.

Esa mujer que muchas mañanas

lavó y secó los pies que más tarde

una sola vez bailaron con ella,

se sienta todos los días en las gradas de su casa

a mirar el baile victorioso de la lluvia.

Y para atender mis llamadas,

cada vez menos frecuentes,

ya ni siquiera puede levantarse

por el peso de tanta música muerta en sus piernas.



Luis Chaves



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