Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

miércoles, 22 de enero de 2014

Raro amor



Suena el teléfono de pronto
y tú desapareces. Más tarde,
mientras fumo un cigarro
o leo una novela, vuelves.
Y te vas otra vez porque

ha llegado alguien. Así vivimos
estos últimos meses. Así
sufrimos. Siempre conmigo
tú, contigo yo, siempre
escondidos. Unidos sólo
por este raro amor impronunciable.


Karmelo C. Iribarren.



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