Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

jueves, 30 de enero de 2014

El luchador

Me desperté, trás una siesta de quince minutos,
recuperado y en forma.
Abrí los ojos y obtuve ese placer,
ya sabes, cuando piensas:
mi vida funciona.
Luego recobré conciencia de la realidad:
durante la última semana me habían despedido
de mi trabajo y a mi madre
le habían diagnosticado cáncer de mama
casi me hundo al recordarlo.
Y entonces hice lo que tú, o aquel
o cualquiera hubiese hecho:
me incorporé de la cama listo para seguir luchando.

 

José Ángel Barrueco.




No hay comentarios:

Publicar un comentario