Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

martes, 21 de enero de 2014

Estas cosas siempre suceden de repente


No pasa nada. Ella está

en un expreso con dirección

a Barcelona, y yo aquí, en mi

mesa de trabajo, escribiendo

estos versos. Hace apenas

dos horas que se ha ido.

Mañana charlaremos

por teléfono. Sobre la tele,

su espléndida sonrisa.

No pasa nada, como digo.

Y de repente, no sé

qué hacer con tanta soledad.

 

Karmelo C. Iribarren




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