Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

martes, 28 de enero de 2014

Paz

Corría yo torpemente cuando, por descuido,

le pisé la cola a la que trae la paz.

Lo blanco se tiñó de rojo intenso

y yo miraba su cara asustada

esperando encontrar la famosa

rama de olivo prendida de su pico,

quería que la apretase con mucha fuerza

y así no le doliese la sangre.

Durante años creí  que yo solita

me había cargado toda la paz mundial.


El Lu.




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