Corría yo torpemente cuando, por descuido,
le pisé la cola a la que trae la paz.
Lo blanco se tiñó de rojo intenso
y yo miraba su cara asustada
esperando encontrar la famosa
rama de olivo prendida de su pico,
quería que la apretase con mucha fuerza
y así no le doliese la sangre.
Durante años creí que yo solita
me había cargado toda la paz mundial.
El Lu.
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