Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

jueves, 17 de abril de 2014

Buenos días, noche

De bien amar se vuelve
mascullado y hambriento,
con sabor en la lengua a carne cruda.

El suelo se amortigua,
los caminos convergen, silba el aire.

Con gesto agradecido,
con sonrisa imantada
por el impulso mismo que iza al árbolal sol,
tararear al paso:

no puedo amarte más, no soy tan físico.


 


Rafael Espejo.





 

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