En el
hombro la herida me latía
como un segundo corazón. Si a ella
le
dolía también, no me lo dijo.
La puerta se cerró. Por un momento
nos abrazamos, y eso era la vida.
Pero volvió el dolor, volvió la
niebla
sobre mis ojos y frente a mis labios.
Y volverían dudas y
reproches,
y la herida del hombro, y su marido.
Luis Alberto de Cuenca.
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