Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Aquilón

Me conformo con que el viento pare de una puta vez,
porque se me cuela el frío por la boca,
y se me mueven las palabras, 
y se me asustan las ideas.
No hay forma de no llorar con los ojos tan llenos de arena.




El Lu.





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