Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

jueves, 2 de octubre de 2014

Visi no cuenta

Le gustaba cantar, pero ya no se sentía capaz de arrancarse ni por ni con alegrías.
Ahora tomaba pastillas para soportar los días
y los ojos se le habían quedado diminutos y tristes de tanto intentar mirar bien para encontrar alicientes y para no pisar hormigas, pacientes y trabajadoras como ella.
No soñaba otra vida porque aquella era la suya
y eso de lo que pudo ser y no fue es de gente de ciudad, poco prácticos, o que no llegan lo bastante cansados a la cama.
No se queja nunca, aunque se canse de atender las necesidades de todos antes que las suyas.
Ella siempre se contaba la última.
Ella no contaba.
Vida sólo hay una y hace bien en sospechar que la suya no es mucho peor que la de casi todos.



El Lu.











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