Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

martes, 29 de julio de 2014

Apátrida



Se me llenaba la boca. No decía, sentenciaba:
yo no soy de ninguna parte .
A cielo abierto, sin código postal.
Pero todo eso antes de saber que, en realidad,
mi hogar es cualquier sitio en el que tú abras la puerta
y me invites a pasar.



El Lu.










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