Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

sábado, 14 de junio de 2014

Nosotros hemos sido reyes

Reyes de la mirada y la sonrisa,
de las callejas que nos vieron,
tal vez, descalzos caminar.
De los mares en que nos zambullimos,
de las bicis que nos robaron,
de las caricias que no recibimos,
de los cuadernos ajados, los bolis
rotos, las canicas irisadas
y también de los sueños que no se pueden
ni vender ni comprar, pero que
a veces se olvidan
en un abrigo viejo.
Sí, hemos sido reyes y por eso
seguimos caminando
con la cabeza alta en el exilio
de nuestro dolor saciado,
de nuestra edad adulta,
por infinita hilera de derrotas,
con este porte elegante
con nuestro espléndido manto de harapos,
porque los reyes que somos tienen reinos
tan inmensos que pueden
esconderse en la misteriosa
oquedad de una concha.
Giancarlo Cavallo.



 

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