Dos meses más tarde cumplí diez años de golpe,
lo celebré junto a una extraña que se llama como yo,
camina como yo, pero que no soy yo.
Ella me trajo su regalo a la fiesta,
eran unos ojos nuevos.
Y yo soplé un incendio mientras pedía un deseo.
De esos que nunca se cumplen,
pero que son los que hacen
que aún sienta cosquillas en la punta de la lengua al pronunciar la Z de la palabra esperanza,
y los únicos por los que vale la pena quemarse.
El Lu.
SuBLiMe
ResponderEliminarReMuiCh
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