Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

domingo, 1 de junio de 2014

Cosas que pueden pasar antes de las cinco de la tarde

Comí cristales.
Dos meses más tarde cumplí diez años de golpe,
lo celebré junto a una extraña que se llama como yo,
camina como yo, pero que no soy yo.
Ella me trajo su regalo a la fiesta,
eran unos ojos nuevos.
Y yo soplé un incendio mientras pedía un deseo.
De esos que nunca se cumplen,
pero que son los que hacen 
que aún sienta cosquillas en la punta de la lengua al pronunciar la Z de la palabra esperanza,
y los únicos por los que vale la pena quemarse.


El Lu.



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