a la vida, al placer.
Me limitaba a resistir -como un superviviente
el día después- cuando llegaste tú.
No hubo ningún milagro, aunque tampoco
lo esperaba. En el cielo, las estrellas
siguieron alumbrando indiferentes,
ajenas a nosotros.
Aquí abajo nada cambió.
El mundo siguió siendo
el infierno de siempre.
Los diarios siguieron vomitando corrupciones,
atentados, catástrofes...
No puedo ni siquiera decir que mejorase
mi opinión del amor.
Por no cambiar, no cambió ni mi suerte.
-Soy el mismo pertinaz perdedor.-
La diferencia es sólo que estás tú
y que contigo todo es más soportable.
Hasta la vida vuelve a ser un placer
cuando estamos a gusto.
Javier Salvago
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