Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

miércoles, 25 de febrero de 2015

El cielo de tu boca

La libertad resultó no ser la ausencia de barrotes y cadenas,
sino poder tocar el cielo con la punta de mi lengua
cada vez que se me antoje.
No el cielo al que van los buenos, el otro,
el de tu boca. 
Esa a la que siempre voy yo como fiel penitente
y en la que siempre me vengo.


El Lu.





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