Los insomnios con nombre propio.
Me gustan las personas que llevan
guardadas las piedras de sus tropiezos,
como lecciones que aprender.
Que sean bienvenidas aquellas que
sufrieron y jugaron con las letras
hasta curar sus heridas,
tapando cicatrices,
destapando miedos,
y tocando con la yema de los dedos
un puñado de almas.
Las que están rotas,
las que tienen cicatrices,
las que se desangran sobre un papel
sin importarles el qué dirán.
Porque, si no estuviésemos llenos de grietas,
¿por donde pasaría la luz?
Marta Torrejón
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