Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

lunes, 12 de octubre de 2015

Oasis en la estación

No os molestéis en buscar en libros de autoayuda
ni tampoco dentro de vuestra cartera, 
la felicidad, la de verdad de la buena,
estaba toda concentrada 
esta noche en la estación de tren.
Todos los ojos que reían, todos los abrazos acompañados de un suspiro,
todos los besos del mundo estaban allí.
Era mágico.
Y yo he contenido la respiración y me he marchado de allí
intentando no hacer ningún ruido, a tientas y con los ojos cerrados,
porque puede que fuese el último rincón feliz de la tierra,
y nunca me habría perdonado estropearlo con esta mirada
a la que ya no le caben más tristezas en las pupilas.

El Lu. 





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