Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

viernes, 23 de octubre de 2015

Sin receta

Estaban aquellas pastillas para el parkinson
llamadas Artane
que mezcladas con alcohol
producían alucinaciones
con particular fijación por los enanos de colores.
Estaba aquel spray contra dolores musculares
cuyo nombre no sabría deletrar 400 pesetas
retirado del mercado apenas semanas después
que inhalado producía una salvaje sacudida
en todo el sistema nervioso
seguida de agradable estupor indiferencia y otredad.
Catovit ingerido a puñados como estimulante
y otras píldoras de las más diversas formas y colores
completaban el elenco de antídotos
contra una juventud
que nos fue también entregada
sin diagnóstico
sin receta
y atiborrada de contraindicaciones.



Sergi Puertas






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