Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

sábado, 10 de enero de 2015

Nuestras palabras

Nuestras palabras

nos impiden hablar.

Parecía imposible.

Nuestras propias palabras.

En cierto sentido todas las vidas

son una misma cosa,

ya que cada vida es una cuerda.

Pero unas cuerdas sirven para saltar

a la comba

y otras para ahorcarse con ellas.

Y aquí entre dos calmas

lejos del cementerio

abro un libro de silencios

por la página de tu espalda

y encuentro la palabra alegría

y la palabra alegría lleva acento

y yo se lo quito

y te lo pongo en la nuca.

 

Pedro Casariego Córdoba.





 

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