Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

domingo, 8 de diciembre de 2013

No fluye la sangre

No he venido a traerte la violencia que habita en mi corazón.

No he venido a mostrarte mis ojos despintados y mi último vestido.

No he venido a distraerte ni a olvidar.

Ni vengo a matarte ni a vivir de tu sombra.

He venido a verte envejecer y a que en tu decadencia me
veas como nunca me viste:

Fría, paciente y azul como un cadáver.

 

Isla Correyero




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