Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

viernes, 23 de octubre de 2015

Sin receta

Estaban aquellas pastillas para el parkinson
llamadas Artane
que mezcladas con alcohol
producían alucinaciones
con particular fijación por los enanos de colores.
Estaba aquel spray contra dolores musculares
cuyo nombre no sabría deletrar 400 pesetas
retirado del mercado apenas semanas después
que inhalado producía una salvaje sacudida
en todo el sistema nervioso
seguida de agradable estupor indiferencia y otredad.
Catovit ingerido a puñados como estimulante
y otras píldoras de las más diversas formas y colores
completaban el elenco de antídotos
contra una juventud
que nos fue también entregada
sin diagnóstico
sin receta
y atiborrada de contraindicaciones.



Sergi Puertas






lunes, 12 de octubre de 2015

Oasis en la estación

No os molestéis en buscar en libros de autoayuda
ni tampoco dentro de vuestra cartera, 
la felicidad, la de verdad de la buena,
estaba toda concentrada 
esta noche en la estación de tren.
Todos los ojos que reían, todos los abrazos acompañados de un suspiro,
todos los besos del mundo estaban allí.
Era mágico.
Y yo he contenido la respiración y me he marchado de allí
intentando no hacer ningún ruido, a tientas y con los ojos cerrados,
porque puede que fuese el último rincón feliz de la tierra,
y nunca me habría perdonado estropearlo con esta mirada
a la que ya no le caben más tristezas en las pupilas.

El Lu.