Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Danza caníbal

Me pasa que a veces cuando trato de hablar

Se me llena la boca de pulpos y de errores

Quiero decir ventana pero digo bichos

Quiero decir niño pero digo hidrocarburos

Quiero decir esperanza pero digo tendones

Quiero decir música pero digo alimaña

Quiero decir caos pero digo frigorífico

Quiero decir manos pero digo Cisjordania

Quiero decir hermanos pero digo manicomio

Quiero decir agua pero digo arañazo

Quiero decir amante pero digo dientes

Quiero decir cariño pero digo territorio

Quiero decir nubes pero digo arquitectura

Quiero decir labio pero digo encía

Quiero decir palabras pero digo ruido

Quiero decir algo pero digo nada

Quiero decir ángel pero digo Miguel

Pero a ti también te pasa que si tratas de oír

Los oídos se te llenan de horror y de chatarra


Yo te digo luminaria pero tú oyes negocio


Yo te digo cachorro pero tú oyes señorita

Yo te digo oscuridad pero tú oyes sextante

Yo te digo revuelta pero tú oyes crucigrama

Yo te digo deseo pero tú oyes ministerio

Yo te digo sequía pero tú oyes semiótica

Yo te digo ronquido pero tú oyes psicoanálisis

Yo te digo dogma pero tú oyes dogma

Yo te digo libre pero tú oyes gratis

Yo te digo ser pero tú oyes estar

Yo te digo estar pero tú oyes haber

Yo te digo haber pero tú oyes tener

Yo te digo tener pero tú oyes ser

Yo te digo gemido pero tú oyes poesía

Por eso ahora estoy aquí afilando las tres espadas de mi

La primera para cantar

La segunda para morder

la tercera para suplicar el perdón

Quiero decir verdades pero digo acertijos.





Miguel Ángel García Argüez.















sábado, 27 de septiembre de 2014

Si en la media noche

Si en la media noche
parecen sus pechos más grandes,
si las areolas más oscuras
-como oscuras son
ciertas horas, ciertos misterios-
Si ella te habla con otra voz
o descubres en sus pupilas pardas
ribetes de tinta verde que te asustan...

es que me colé en su cuerpo
para dormir a tu lado.




Brenda Ascoz.





jueves, 25 de septiembre de 2014

Casi me mata el ángel de Palermo

Agarrame la mano, me dice
apretame la mano, y me la aprieta
me susurra, yo soy el ángel de Palermo
y tengo un chumbo, mirá, fijate...
susurra, soy el ángel de Palermo
y tengo un chumbo, fijate, acá.
¿Y que haces ángel de Palermo
si me quieren hacer daño?
Yo saco el chumbo y les tiro,
me dice,
el chumbo que tengo en la bolsita
y te cuido pibe, me dice,
yo te cuido.


Yo te cuido le dije, yo le dije
el me dijo cuídame, el no se cuida
yo lo cuide, lo hice
le susurro al oído soy ángel de Palermo
agarrame de la mano le digo
y el me la agarra.

Mi amor, bonita, linda,
flaquita, mi nena, ricura,
dulce, bebe, bebita, locura...
dormís.


¿Sabes porque podes dormir?
Porque te cuida el angelito,
cosita, el angelito de Palermo,
el que te limpia las lagañas
con un chumbo,
el que te mira la estampita del santo
cuando te vas a trabajar a consti.
Pero sabes una cosa?
acá, en mi barrio,
el angelito
te esta cuidando.



Sebastián Kizner.










martes, 23 de septiembre de 2014

Confesiones de un adicto

La poesía es la madre de las drogas.
Sin ella no habría vicios ni abusos.
Los alcohólicos no verían elefantes rosados,
ni flores los jipis.
En la calle los piedreros no mendigarían y los cocainómanos se acostarían temprano.
Por eso la poesía sobrevive clandestina por vía intravenosa, esnifada, ingerida o aspirada.

Pero los hay que la consumen en su estado puro y pronto se vuelven adictos de la peor calaña.

Seres despreciables en la esquina contemplando un semáforo en rojo, un perro con pulgas o simplemente los adoquines hexagonales del boulevar.
Es deprimente verlos en las bancas o buses leyendo.
No tarda mucho en aparecer el síndrome de abstinencia cuando los deberes los alejan por un instante del vicio. Entonces mandan el sistema a la mierda y mascan versos en la oficina para soportar el ruido de las impresoras y fotocopiadoras
Los adictos a la poesía —mal llamados poetas— se reúnen ocasionalmente a consumir sus palabras.
Se creen los seres más dichosos sobre el planeta cuando deducen que las musas o un enjambre de voces ha bajado, o subido, (dependiendo de la posición orbital) a revelar profecías y cánticos épicos.
Más de uno cae en cama ante la severidad de su intoxicación.
Otros pierden sus empleos y amigos con tanto exceso.
Quien entra al mundillo poético difícilmente saldrá a menos que choque en moto o reciba el Premio Nacional de Poesía en más de cuatro ocasiones.

Al final el poeta -para seguir utilizando el eufemismo- sobrevive con sorbos de lluvia cayendo de su cabello.

Con migas de pan encontradas en el camino y ratas de Hamelín en invierno
Es en noches ventosas que el adicto sufre terribles convulsiones accesos de ira y lucidez que expulsa por vía renal u oral.
Una materia viscosa se adhiere a las paredes sobre todo al papel.
Entonces ocurre lo más asqueroso.
Se tragan su propio vómito o materia fecal y caen de nuevo extasiados por el efecto de sus propias palabras
No vale la pena exaltar esta vida.
Podrían terminar como pequeños dioses huérfanos en una calle sin salida con fondo de reguetón mientras esperan estúpidamente el próximo Bigbang.


Diego Mora.












sábado, 20 de septiembre de 2014

Los accidentes no existen

Se muerde el labio, accidentalmente.
Sangra, se limpia con la lengua el sabor ferroso.
Piensa en la infancia, se le ha hecho tarde y se angustia.
Sigue sangrando: saca su pañuelo del bolsillo trasero
y se presiona el labio herido mientras piensa:
qué torpeza, lastimarse así, de esta forma.





Gabriela Arguedas






martes, 16 de septiembre de 2014

Brindis

La vida pasa derrumbando edificios. Deja palomas 
muertas, palabras rotas, sangre seca, direcciones 
ilegibles, llaves oxidadas, silencios.
Pero que eso hoy no nos importe, que no nos impida 
enumerar las razones que tenemos para vivir.
Brindemos pues por esta bendita lumbre: la vida, esta 
casa en los acantilados de la que somos huéspedes, 
este vals con el sepulturero.
Brindemos, aunque sea invierno, porque hay primaveras.
Brindemos por los presos, por los heridos, por los enfermos.
Brindemos porque logramos ir al asombro como al aire, porque hemos averiguado el sabor del agua en lo oscuro y cómo muerden los dientes verdaderos,
porque hay puentes y océanos
y misterios y multitudes y siembras y planetas.
Brindemos por los viajeros que en un segundo se cuentan todo con los ojos.
Brindemos porque es posible convertir la vida en palabras, las 
palabras en vida.
Brindemos por la transformación.
Brindemos porque podemos hacer, hacer, hacer.
Brindemos por los momentos que justifican la existencia, por lo que permanece,
por las marcas indelebles como cicatrices al sol.
Brindemos por las resistencias, por los motines, por los fugitivos.
Brindemos por los que llegan a tiempo al amor y por los que no.
Brindemos por los que no saben, o no pueden, o no quieren brindar.
Brindemos por el recuerdo de los buenos, y por el viento que dispersa las cenizas.
Brindemos con una copa unánime por saber siempre ofrecer, como hoy, un ramo de flores a los vivos.



David Eloy Rodriguez.










Cuando ya no nos queda nada

Cuando ya no nos queda nada,
el vacío de no quedar
podría ser al cabo inútil y perfecto.

 

Jose Ángel Valente.







sábado, 13 de septiembre de 2014

Problema


Que no son las correctas,
siempre lo he pensado así.
Las preguntas a los problemas que de niños
nos plantean en la escuela,
para que aprendamos a calcular,
sobre los trenes son absurdas
y de poco nos valdrá en la vida saber
ese tipo de cosas.
Las importantes son otras,
a mí de nada me vale saber
la hora a la que se cruzarán el tren A y el tren B.
Una cuestión vital que si nos deberían enseñar a resolver sería, por ejemplo: 
Si un tren sale de tu estación a las diez y cuarto
a una velocidad de 160 kh/h y con un número agónico de paradas...

¿a qué hora el corazón me saldría disparado por la boca? 



El Lu.



















jueves, 11 de septiembre de 2014

El futuro




Y se muy bien que no estarás.
No estarás en la calle
en el murmullo que brota de la noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,

ni en la sonrisa que alivia los completos en los subtes
ni en los libros prestados,
ni en el hasta mañana.
No estarás en mis sueños,
en el destino original de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás,
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré
amor mío
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás
y diré las cosas que sé decir
y comeré las cosas que sé comer
y soñaré los sueños que se sueñan.
Y se muy bien que no estarás
ni aquí dentro de la cárcel donde te retengo,
ni allí afuera
en ese río de calles y de puentes.
No estarás para nada,
no serás mi recuerdo
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente trata de acordarse de ti. 

 

 

Julio Cortázar.





 

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Citas

Te hablaba de Pavese. Del suicidio al engaño
y otra vez en tus ojos. Recordé aquella cita:
Las únicas mujeres con las que vale la pena casarse son aquellas con las que no podemos
atrevernos a casarnos.
Pediste otro Bombay, abrazaste mi entrega,
y en un arranque burdo de entusiasmo
decidiste nombrarme tu amigo más querido.
Ahora me hace gracia, pero en aquel momento
te hubiese estrangulado.
Brindamos por la Creedence y Sinatra,
así de absurda era la noche. Hoy,
tanto tiempo después de nuestra cita,
revivo con nostalgia tu desprecio,
el mito trasnochado color sepia.
Los libros, la distancia, tantos puentes.
Vivir es hacinar lo que no fuimos,
la citas que una vez nos explicaron.




Javier Cánaves.












lunes, 8 de septiembre de 2014

Noche canalla

Yo no sé si la quise pero andaba conmigo,
me guiaba su risa por la ciudad tan gris.
Ella tenía en su boca colinas de Ketama
y el cielo de sus ojos me pintaba de añil.
Yo vi tantas estrellas como ella puso siempre
en aquel cielo raso como un paño de tul.
Ella llevaba el pelo como la Janis Joplin
y los labios morados como el Parfait-Amour.
La he perdido en un bosque de jeringas brillantes, por donde nos decían que 

se llegaba al mar;
se fue sobre un caballo de hermosos ojos negros, por más que yo me muera

no la podré olvidar.
Bajo el cielo ceniza me conducen mis piernas.
Esta noche no tengo ni esperanza ni amor.
Sólo queda el calor de mi pobre navaja.
Hoy me he visto la cara de un retrato-robot.
A pesar de sus ojos he salido a la calle,
a pesar de sus ojos me ha tocado vivir.
En un barrio de muertos me trajeron al mundo.
Esta noche canalla no respondo de mí.



Javier Egea.









domingo, 7 de septiembre de 2014

La casa vacía



Voy a la casa donde no viviremos
a mirar los muros que no se levantarán.

Paseo las estancias
y abro las ventanas
para que entre el Tiempo de Ayer envejecido.

¡ Si vieras !
Entre las buganvillas
cansadamente juegan
los hijos que jamás tendremos.

Yo los miro. Ellos me miran.
Mi corazón humea.
Este es el sitio donde mi corazón humea.

Y a esta hora,
en el balcón, callada, yo sé que tú también te mueres
y piensas en mí hasta ensangrentarte.
Yo también pienso en ti.

Óyeme donde estés:
por esta herida no sale sólo sangre:
me salgo yo. 


Manuel Scorza.







miércoles, 3 de septiembre de 2014

Esa chica

Había renunciado, como un muerto,
a la vida, al placer.

Me limitaba a resistir -como un superviviente
el día después- cuando llegaste tú.
No hubo ningún milagro, aunque tampoco
lo esperaba. En el cielo, las estrellas
siguieron alumbrando indiferentes,
ajenas a nosotros.
Aquí abajo nada cambió. 

El mundo siguió siendo
el infierno de siempre.

Los diarios siguieron vomitando corrupciones,
atentados, catástrofes...  

No puedo ni siquiera decir que mejorase
mi opinión del amor. 

Por no cambiar, no cambió ni mi suerte. 
 -Soy el mismo pertinaz perdedor.-
La diferencia es sólo que estás tú

y que contigo todo es más soportable. 
Hasta la vida vuelve a ser un placer
cuando estamos a gusto.




Javier Salvago