Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren.

domingo, 9 de febrero de 2014

Ahí afuera

Te advierto que ahí fuera ladran perros, 

que un espejo mira helado tu cabeza.

No abras las ventanas, no las abras,

finjamos otra vez que aquí no hay luz,

que estamos muertos.

El humo, los cafés, 

el nota que te trae de madrugada,

aquel colega que escapó,

este que viene a despertarte,

las caricias, el coraje,

las mañanas con Rimbaud...

¿Si lo que ayuda a vivir, lo verdadero,

apenas cuesta nada, por qué es tan alto

el precio de la vida?.

 

Violeta C. Rangel.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario